miércoles, 16 de julio de 2008

A mi dama

Yo no sé por qué extraña razón
tus ojos iluminan las ruinas de mi alma
y no sé por qué todo tu cuerpo es
como un río
donde bañar mis días más sedientos.
Y no se dónde guardas
tu niebla de sorpresas.
Pero estoy acercándome a este mundo.
Y al volver de la luna,
de mi cuerpo inmediato
estoy tentado con mirarte más.
Para mí que algo hermoso
sucede entre vos misma.
Es por saber demasiado las verdades.
Para mí que ni volar
es más que amarte.
Tu piel es
Y cura las desgracias.
Y no pensar, y sólo vivir,
son secretos y certezas.
Amo la sal que duerme en tu montaña.
Y ni las manchas del sol
arden tan fluorescente
como tu espera por la vida.
Yo sólo sé que el placer
y el dolor de tenerte
van perdiendo a mi memoria
en un dulce vado.
Y solearme en tu boca
es parar la conciencia
y estoy contento
con amarte así.

Luis Alberto Spinetta, Almendra

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