jueves, 17 de julio de 2008

¡Eureka!..

Como apenas eran las nueve y media de la mañana, le hallamos todavía en el lecho, entregado a sus acostumbrados ejercicios de cabeza. Nuestro amigo estaba envuelto en un pijama albiceleste, con la mirada estática, acostado en posición supina y tenía extendidos sobre la cama todos los diarios de la Capital.
- ¿Qué cuenta, Nasute?
- Nada; dicen que la almohada es una buena consejera, pero aunque yo desde hace dos meses tengo por doce horas al día un oído puesto sobre ella, no me ha dado hasta ahora ningún consejo para salir de esta situación. Voy a tener que cambiar de almohada...
- Cambien, mejor, de consejero; consulte ustede conmigo.
- Bien: ¿cómo haría usted para reducir el presupuesto de la Nación sin producir cesantías ni disminuir los sueldos? ¿Qué se le ocurre para rebajar el precio de los artículos de primera necesidad sin perjudicar al comercio minorista ni a los intermediarios? ¿De qué modo se podría vender la cosecha, valorizar el peso, aumentar la renta aduanera, combatir la desocupación, contentar a los partidos políticos, impedir el agio de la lotería, imponer orden en los partidos de fútbol?...
- ¡Por Dios, Nasute! Me confunde usted con la Providencia.
- ¿Quiere usted insinuarme que sólo ella podrá resolver esos problemas? Pues bien: yo no he de descansar hasta que los resuelva.
Tras esa heróica afirmación, Nasute-Pedernera se echó a descansar de nuevo sobre la almohada. Cerró los ojos y por un largo rato pareció olvidarse de nuestra presencia. Cuando volvió a abrirlos, fue para pedirnos que le alcanzáramos su salida de baño.
- Voy a meditar en el baño, como Arquímedes - nos dijo, envolviéndose en ella.
Estuvo en el baño, entre un rumor de catarata, por espacio de más de media hora. De pronto le vimos aparecer chorreando agua por la cabellera y con ese guiñar de ojos de recién nacido que tienen todos los que acaban de sumergirse. Venía gritando desaforadamente:
- ¡Eureka! ¡Eureka!...
- ¿Qué? ¿Halló la solución? - le preguntamos con una esperanza infinita.
- No; no encuentro el jabón... ¡Eureka! - volvió a gritar asomándose a la barandilla de la escalera.
De abajo, una voz repuso: "¡Voy!"

Arturo Cancela, "Film porteño"

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