lunes, 18 de agosto de 2008

La última tentación de Cristo


- ... Yo mentí, yo robé, yo defraudé... yo especulé, putee, yo me emborraché y perseguí, torturé y asesiné. ¡Sí, asesiné! Yo mataba a cualquiera que rompiera la ley de Moisés.
Y yo amé eso, yo gocé eso, me gustó eso, yo me regocijé en eso. Porque pensaba que estaba haciendo la voluntad de Dios. Pensaba que estaba haciendo la voluntad de Dios. El alto sacerdote de Jerusalén me mandó a Damasco a azotar esa ciudad. Y en el camino a Damasco, justo afuera de la ciudad, en pleno día ¡fui sorprendido por una luz blanca que me cegó! Sí. Y yo oí una voz decir: "¿Saúl, por qué me estás persiguiendo? ¿Por qué estás en mi contra?" "¿quién eres tú?", pregunté. Y la voz dijo: "Jesús". Y él me hizo ver. Me quedé desvalido como un niño, en una ciudad que fui mandado a azotar. Y Dios me mandó a Ananías en vez y él puso sus manos sobre mí y yo abrí mis ojos y fui bautizado y me convertí en Pablo. Y ahora les traigo las buenas nuevas sobre Jesús de Nazaret. Él no era el hijo de María. Él era el Hijo de Dios. Su madre era virgen. Y el ángel Gabriel bajó y puso la semilla de Dios en su vientre. Así fue como nació. Y él fue castigado por nuestros pecados. Fue torturado y crucificado. Pero tres días después resucitó de entre los muertos y subió al cielo. ¡La muerte fue vencida! Amén. ¿Entienden lo que esto quiere decir? Él derrotó a la muerte. Todos nuestros pecados fueron perdonados y ahora el mundo de Dios está abierto a cada uno de nosotros. ¡A todo el mundo!
- ¿Viste alguna vez a este Jesús de Nazaret después de regresar de la muerte? Quiero decir... con tus propios ojos...
- No, pero vi una luz que me cegó y oí su voz.
- Eres un mentiroso.
- Sus discípulos lo vieron. Estaban escondidos, encerrados en un desván, y él se les apareció.
- Mentiroso. ¡Él es un mentiroso!
- Espera un minuto. Espera un minuto, quiero hablar contigo.
- Nunca fui crucificado. Nunca regresé de la muerte. Yo soy un hombre. ¿Por qué dices mentiras?
- ¿De qué estás hablando?
- Yo soy el hijo de María y José. Yo soy el que predicaba en Galilea. Tenía seguidores, marchamos a Jerusalén. Pilatos me condenó y Dios me salvó.
- No, él no lo hizo.
- ¿De quién estás hablando? No trates de decirme qué pasó, porque yo lo sé. Yo vivo como un hombre ahora. Yo trabajo, como, tengo niños. Yo disfruto mi vida. Por primera vez, la estoy disfrutando. ¿Me entiendes? ¡Así que no vayas por ahí diciendo mentiras, o diré a todos la verdad!
- Espera sólo un minuto ¿Qué te pasa? Mira alrededor tuyo. Mira toda esa gente. Mira sus caras. ¿Ves cuán infelices son? ¿Ves cuánto están sufriendo? Su única esperanza es el Jesús resucitado. No me importa si tú eres Jesús o no. El Jesús resucitado salvará el mundo y eso es lo que importa.
- Esas son mentiras. No puedes salvar al mundo con mentiras.
- Yo creé la verdad de lo que la gente necesitaba y de lo que ellos creían. Si tengo que crucificarte para salvar el mundo, entonces lo haré. Y si tengo que resucitarte, entonces lo haré también.
- No te dejaré. Le diré a todo el mundo la verdad.
- Adelante. Vamos. Dícelos ahora. ¿Quién te va a creer? Tu empezaste todo esto, ahora no puedes pararlo. Toda esa gente que me cree te matará.
- No. Eso no puede pasar.
- ¿Cómo lo sabes? Ves, tú no sabes cuánta gente necesita a Dios. No sabes cuán felices él los puede hacer. Felices de hacer cualquier cosa. Él puede hacerlos felices de morir y ellos morirán. Todo por amor a Cristo. Jesús Cristo. Jesús de Nazaret. El Hijo de Dios. El Mesías. No por ti. No por amor a ti. Estoy contento de haberte encontrado. Porque ahora puedo olvidar todo de ti. Mi Jesús es mucho más importante y mucho más poderoso. Gracias. Fue bueno haberte encontrado.

Paul Schrader, basado en la novela homónima de Nikos Kazantzakis

No hay comentarios: